Podemos simpatizar o no con Carmen Aristegui y su trabajo periodístico. Podemos coincidir o no con Joaquín López Dóriga. Pero me decepcioné al ver la entrevista que el extitular de noticieros Televisa le hizo al abogado y directivo de Televisa: Javier Tejado Dondé, señalado de coordinar un departamento especial para desprestigiar en redes sociales a adversarios mediante videos y gráficos. Desde finales del mes de abril Carmen publicó la aseveración en su portal Aristegui Noticias, en una investigación nombrada Televisa Leaks compuesta por la información proporcionada por Germán Gómez, un ex trabajador de la televisora.
En la entrevista, Joaquín le da paso a Tejado Dondé para desprestigiar a Aristegui, a hablar de sus condiciones laborales y su salida de Televisa y de W Radio hace más de una década; incluso permite la acusación contra Carmen de comprar un disco duro robado con información de Televisa de cinco terabytes donde se almacenan las presuntas pruebas de las campañas de desprestigio presuntamente coordinadas por Tejado.
En lugar de preguntar sobre las campañas y la investigación revelada, Joaquín respaldó y empatiza con cada insulto y cuestionamiento contra Carmen sobre su vida laboral. En este panorama, ahora Joaquín debería invitar a Aristegui a su espacio en Radio Fórmula por mera alusión, pues cuestionarla no es el objeto de la investigación. Joaquín atacó a la libertad de expresión de otro periodista.
Lo que sí se debe reconocer es que Televisa siempre ha sostenido una postura oficialista, del lado del gobierno en turno y Joaquín fue el conductor estelar por más de 16 años de ese medio y sigue al frente de un espacio noticioso de la familia Azcárraga. Por ende, su reacción es lógica, pero no esperé que fuera tan pasivo ante el discurso de un ejecutivo de Televisa.
Al privilegiar los cuestionamientos personales y el descrédito a la periodista, Joaquín antepone sus intereses y las prioridades de los dueños de los espacios que ocupa en radio atacando al periodismo libre. Evitó cuestionar a Tejado quien debería presentar pruebas sobre las tareas que hizo Germán Gómez durante su tiempo de empleo, videos de su lugar de trabajo para verificar que nunca estuvo en un «Palomar», debe aclarar la relación con Métrics en la distribución de contenidos, y detallar sus tareas dentro de Televisa y los contratos en donde estuviera involucrado entre Televisa y el gobierno federal, tanto de López Obrador como de la doctora Sheinbaum. Pero Joaquín decidió callar y privilegiar el descrédito a Carmen.
Reitero, tengo 8 años de evitar ver y escuchar a López Dóriga y durante seis años dejé de ver a Carmen, ya que ambos sostenían líneas extremas que marcaban sus filias y fobias ante los poderosos en turno. En redes, en 2018 yo pedí que alguien despertara a la Carmen de La Casa Blanca de Peña Nieto, y de López Dóriga, pedí que ya no robara imágenes de reporteros o medios independientes para alimentar sus plataformas sin pagar por el trabajo que hacemos los que estamos cerca de la información. A ambos los respeto y se les admira, pero hoy Joaquín se equivocó.
El escándalo de Televisa Leaks pone de manifiesto que hay agencias, departamentos o espacios de profesionales en comunicación, publicidad y programación que se emplean para establecer estrategias de desprestigio, ya sea para extorsionar o para afectar la percepción pública de algún tema o personaje.
En Tijuana ya pasó un caso explícito con Mariano Soto, un usuario de redes sociales que aparentaba ser periodista. Se dedicaba a publicar asuntos violentos y entre sus publicaciones hubo información falsa en contra de políticos con la finalidad de cobrar extorsiones. Una de sus víctimas lo denunció, fue detenido en flagrancia y encarcelado.
Por eso no me extraña que un grupo de expertos en creación de contenido y posicionamiento de mensajes en redes sociales pueda tener prácticas alejadas de la ética dentro o fuera de un medio. Más si los fundadores del medio se consideraban y reconocían como «un soldado del PRI» es decir del gobierno en turno.
El problema es grave, como ejemplo local podemos hacer la referencia a los gobiernos en Baja California que han contratado los servicios de influencers para ocupar espacios de periodistas y en las rondas de preguntas tengan el micrófono para desviar temas, gastar el tiempo de los cuestionamientos y así golpean a la libertad de expresión. Así lo hizo Jaime Bonilla, el primer gobernador de Morena en Baja California; así lo hizo Juan Manuel Gastélum Buenrostro, el último exalcalde panista de Tijuana; también Arturo Gozález Cruz, primer alcalde de Morena; así lo hizo la exalcaldesa Montserrat Caballero; y así se sigue haciendo. Contrataron a influencers de comida o encuestadores para hacerlos pasar como periodistas, aumentar su influencia, seguidores y minimizar el impacto del trabajo del periodismo independiente.
Cuando le faltaban cuatro horas para que terminara su administración, la exalcaldesa de Tijuana, Montserrat Caballero, me recibió en su oficina para una última entrevista que yo le pedí. Me dio dos botellas de agua y platicamos sobre sus errores y aprendizajes en la administración municipal. No me la quise aguantar y le reclamé que en algunas declaraciones públicas había asegurado que entre «influencers y periodistas no veía diferencia». No recuerdo la cita textual, pero le dije: el periodista cuestiona para construir y el influencer critica para destruir; el periodista tiene ética, el influencer obedece al mejor postor. Para exponerle un ejemplo le pregunté sobre algunos servicios que había contratado de influencers durante más de dos años y que antes de terminar su administración la atacaban, con o sin razón. Montserrat movía la cabeza a los lados como negando que había caído en su propia trampa y me respondió «estuve mal asesorada lic». Yo me limité a decirle «yo nunca cuestioné a Montserrat, cuestioné a la presidenta municipal y lo que hizo con nuestros recursos» y finalicé citando al periodista Jorge Ramos «el periodismo es observar críticamente cualquier ejercicio del poder».
Joaquín, el poder lo tiene Televisa. No Carmen.