Hay películas que son una postal, algunas su obvia fotografía, otras por sus peculiares momentos pero Ya no estoy aquí, es un retrato del México del que se debería hablar más, del cotidiano, del que tiene subculturas que luchan por más espacios en su comunidad, de las comunidades que pocos entienden, del que todos vivimos a nuestra manera.
Ya no estoy aquí es la historia de Ulises Sampiero, interpretado por Juan Daniel García Treviño, un joven de Monterrey Nuevo León que ama y vibra la música Kolombia, una variente cumbia con ritmos lentos que se arropo de un estilo de atuendos con ropa grande y tumbada, cortes de cabello extravagantes y un lenguaje breve así como discreto. Ulises defenderá su estilo de vida y su música que es amenazado cuando células del crimen organizado intentarán violentamente ganar terreno.
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En Ya no estoy aquí vemos un rostro diferente de Monterrey, vemos a la pobreza, a la discriminación, a la clase trabajadora y las pandillas de jóvenes buscar identidad mediante la música y el baile. Claramente es parte de la riqueza cultural de México que debería ser explorada y tal vez la producción de la película sea interpretada como una invitación a narrar situaciones más cotidianas de la sociedad y alejarnos de los clichés que actualmente refuerzan en las producciones mexicanas.
La visión del director Fernando Frías es fiel a él, pues Ya no estoy aquí tiene un estilo de documental en la que somos testigos del romance de Ulises, de sus amenazas, de sus temores, anhelos, pasiones y retos. Tal vez eso no sea completamente comprendido pues estamos acostumbrados a ver el desarrollo de una historia y ver el crecimiento de un personaje sobre la trama, pero aquí no hay villanos absolutos, ni complicaciones que resolver. Ya no estoy aquí es una postal, no hay un fin y la mayoría de los temas que se plantean solo son retratos de una realidad y hasta ahí.
Como postal, es muy buena, como historia es cruda pero dudo que sea entrañable. Tal vez a algunos les deje insatisfechos pero hay que reconocer la crudeza y que en el trayecto logramos sentir empatía con los personajes que nos reflejan un poco de nuestra búsqueda de identidad cuando fuimos jóvenes.
Me quedo con la banda sonora, me quedo con la experiencia de conocer a un Monterrey que pocos ven y con el México que ocurre en cada rincón.