Cate Blanchett nos ha presentado una de las mejores actuaciones de su vida en una película que por su duración e intensidad podría desagradar a una parte del público. Lo innegable es que la actriz australiana presume su amplia gama dramática y encarna a una soberbia, compleja y arrogante directora de la orquesta de Berlín en una trama escrita y dirigida por Todd Field, que reaparece en las nominaciones al Oscar.
La película nos habla del desplome de la vida artística de Lydia Tár, interpretada por Cate Blanchett, una prominente directora de la orquesta de Berlín que deberá enfrentar la presión social, profesional y artística de las acusaciones por acoso luego de que se desvivió una joven artista cercana a ella: Krista Taylor, interpretada por Sylvia Flote. El poder, las malas decisiones, la soberbia y su arrogancia harán que Lydia sea su propia enemiga en lo que parece ser la última etapa de su vida profesional.
La historia nos habla de la cultura de la cancelación; de evitar consumir las obras de los artistas involucrados en escándalos y en delitos que atentan contra la vida de otros. Lydia es una mujer encumbrada que ha aprovechado su posición para conquistar y abusar de otras mujeres en pleno desarrollo artístico. La directora será víctima de sus propias decisiones y pondrá en riesgo a su familia y su patrimonio ante las torpezas al conducirse con sus cercanos: alumnos, artistas, patrocinadores, compañeros en la orquesta y hasta sus vecinos. La intensidad de Cate nos hace odiar a Lydia Tár.
Es importante ver la historia, porque nos hace cuestionar a los artistas y creadores de contenidos que consumimos, nos plantea a exigir calidad y congruencia entre el hacer y el decir tanto artísticamente como en su vida cotidiana. Hay momentos de reflexión en los que dimensionaremos la gravedad de la conducta de los artistas y sobre los momentos en los que se debe dejar de apoyar lo que producen.
Cate Blanchett es garantía; se sabe diestra en encarnar a personajes mágicos y místicos como lo ha hecho en el Señor de los Anillos o como su desempeño en Blue Jasmine y el Aviador. Lydia es para Blanchett y eso se sabe y se reconoce.
El ritmo de la película es lento; de hecho es contemplativo. Los paisajes alemanes, el teatro, las oficinas, la arquitectura del hogar y el estudio de Lydia se disfrutan por su propuesta artística que nos muestra delicadeza, elegancia, pasión y firmeza con los que concuerda Lydia.
Las tres horas que dura la película es un limitante para que el público mantenga la atención en la historia que se toma dos horas en desarrollar los personajes para llevarlos a un desenlace lleno de rompimientos, quiebres emocionales, cuestionamientos y traiciones. Es una película que probablemente solo se vean menos de dos veces en la vida, pero es inolvidable.
Muy recomendada para quienes les apasiona la música; para quienes quieran debatir la cultura de la cancelación o requieran de otro escenario sobre los abusos contra las mujeres.
Muy recomendable, pero tal vez no la vuelva a ver. Luchen por verla aunque se exhibe en pocas salas de cine.