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0.2Nota Final
Guion
Historia
Actuación
Efectos Especiales
Ritmo
Edición
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Esta película mexicana parece un homenaje al cine mudo y una esperanza a los estudiantes de preparatoria de que sus proyectos pueden llegar a la pantalla grande, es El Poderoso Victoria, un proyecto desastroso en el que se intenta contar una historia postrevolucionaria entre silencios incómodos, problemas de continuidad, musicalización excesiva y efectos especiales ridículos. No se dejen llevar por el elenco lleno de actores y estrellas de la televisión mexicana que no logran levantar un proyecto pésimamente ejecutado.

El Poderoso Victoria, es la historia postrevolucionaria, situada en México de 1930 en la comunidad norteña ficticia de La Esperanza que en 40 días debe construir un ferrocarril, echarlo a andar y llevarlo hasta la Ciudad de México para que el gobierno federal les permita conservar las vías férreas que mantendrán la comunicación y el comercio del pueblo. Ante el riesgo de perder las vías de comunicación, parte del pueblo decide migrar mientras que Don Federico, interpretado por Damián Alcázar, y Durán, interpretado por Gerardo Oñate, lideran el esfuerzo para construir el ferrocarril al que se opone la empresa propietaria de las vías.

Pudiera parecer que es una película cómica, dramática y de aventura, escrita y dirigida por Raúl Ramón. Lo cierto es que es una película torpe con más silencios que diálogos, con comedia involuntaria por la torpeza de la dirección, por la carencia de cohesión en las actuaciones, por los efectos especiales mal ejecutados.

El primer error es que Raúl Ramón haya dirigido y escrito una película, y para ninguna de las dos tareas tuvo el talento suficiente para controlar a tanta celebridad de la televisión mexicana como Edgar Vivar, Joaquín Cosío o Adal Ramones. Es un desperdicio de talento y escenografías en una historia hueca en la que poco se puede decir y demostrar, en el que cada elipsis o montajes se aprovecha para ser políticamente incorrectos y mediante golpes o insultos crear comedia básica al estilo de Chespirito.

Faltó visión para explotar trama en la historia y crear interesantes escenarios ante una realidad que sigue ocurriendo en México: la migración de pueblos enteros ante la falta de oportunidades y desarrollo económico. La limitada visión de los productores y escritores se ve reflejada en el guion que terminaron solucionando los problemas en la trama con subtramas románticas sin sentido, con comedia física y melancolía sin sentido.

Los efectos especiales dan risa, la escena del tren en marcha hacia la Ciudad de México es pésima y me hizo recordar el efecto de la “chiquitolina” de Chespirito.

Los silencios son sumamente incómodos y se nota que el director no supo darles ritmo a las escenas, tampoco pudo componer la trama en la edición y probablemente no la revisó completa, porque el tiempo y el sonido es algo de lo que adolece la cinta. Pongan atención a cuando se mueven sillas o metales y se nota que no hay ambiente en las escenas.

Del final, solo se puede decir que es un cierre inexplicable, meloso y absurdo. Claramente el problema de la película es el guion y la historia.

La película es un desastre y lo peor es que parte de la producción se hizo con nuestros impuestos en esta administración de Andrés Manuel López Obrador.

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