Babygirl, deseo prohibido, tiene un pésimo subtítulo en español, pero es una interesante y erótica narrativa para hablar del abuso del poder. Con un ritmo lento, pero intenso, Nicole Kidman logra una gran actuación con el proyecto de la productora A24 que exige madurez e interés ante una incómoda profundidad que invita a la reflexión en los temas de acoso y deslealtad.
Kidman interpreta a Romy, una directiva de una empresa de mensajería que mediante robótica, optimizó los procesos de organización. Su alto puesto y sus responsabilidades han debilitado su matrimonio con Jacob, interpretado por Antonio Banderas; y ha encontrado una oportunidad para experimentar el deseo y las fantasías de una mujer que puede controlar muchas vidas y que está a punto de descontrolarse y perder todo lo que ha ganado por mérito propio. En una actitud autodestructiva, inicia un juego de roles de sumisión y dominio con el pasante Samuel, interpretado por Harris Dickinson. Romy se verá en diversos dilemas y cuestionamientos sobre su rol como líder social, como esposa y como empresaria, dejando en claro que el poder puede corromper a quién sea.
Tres estrellas de cinco, como película erótica funciona bastante bien, como drama y suspenso hay elementos interesantes; pero definitivamente es una película que exige compromiso y madurez pues aborda temas incómodos, privados y que desafían visiones de relaciones alejadas a los roles tradicionales.
El trabajo de Halina Reijn como guionista y directora es muy eficiente, tiene una fotografía artística y un ritmo adecuado que seduce y que cada minuto se va complicando.
Aunque Antonio Banderas cobra importancia hasta el último tercio de la historia, la química que hay entre Kidman y Dickinson es seductora, te atrapa, es una empresaria de la élite compartiendo con un pasante con actitud sociópata, algunos lo nombrarán como patán, otros como un chakal, la actuación de ambos es bastante convincente y agresiva a la vez.