En México hay un culto desmedido por el fútbol, se depositan los anhelos de muchos en oraciones a San Judas y se viven diariamente serios problemas de corrupción. Parte de estas situaciones son incluidas en “Chilangolandia”, dirigida por Carlos Santos, que nos presenta tres historias que se entretejen en la Ciudad de México.
La primera trata sobre el matriarcado liderado por Carmen (Liliana Arriaga), en donde su marido Miguel (Aaron Aguilar) es continuamente presionado por ella para que haga cosas, desde actividades domésticas hasta la solicitud de un préstamo al banco para mejorar su situación. En esta última visita es que tienen un encuentro fortuito con un inepto equipo de seguridad que pone en sus manos un importante botín destinado a pagar un soborno.
A la par, vemos a Ramiro (Silverio Palacios), un taxista que en su tiempo libre entrena a El Chulo (Pierre Louis), una joven promesa del fútbol, quien se enamora de una bella chica llamada Gaby (Adriana Dugarte), objeto del afecto de un peligroso mafioso apodado El Gusano (Emmanuel Orenday). Este triángulo amoroso podría eliminar las posibilidades de El Chulo y, a su vez, de toda su comunidad, de convertirse en la estrella que los sacará de la pobreza, al obstaculizar el encuentro de este con el dueño de un equipo profesional, Carlos Sotomayor (Francisco Denis).
Se agradece que en una película que podría clasificarse como una comedia comercial veamos una trilogía de historias que se entrelazan orgánicamente, no hay momentos sobrados, todo se siente debidamente ajustado. Digno de destacarse también es que no se trata de “chilangos” en colonias gentrificadas de la capital mexicana como La Roma y La Condesa, que son algunas de las cuatro o cinco zonas que se retratan regularmente, además de que nunca se va a extremos sórdidos. “Chilangolandia” nos lleva a ritmo acelerado, casi vertiginoso, sin que se caiga la emoción, evitando perder la atención en sus múltiples personajes.
Hay un competente elenco y el director-guionista-editor le da a todos su momento de brillar, aunque unos lo hagan más que otros, como el caso de Liliana Arriaga, conocida por su papel de “La Chupitos”, aquí encarna a una mujer determinada y astuta, quien es responsable de incluir en la historia uno de los elementos más divertidos a cargo del actor Luis Felipe Tovar como La Rata Hernández, en una parodia a las persecuciones vistas en películas de acción. Probablemente incomodará a muchos el reflejo inmediato en relación a las características que se conocen de muchos mexicanos, ejemplificadas en la clásica frase “el que no tranza, no avanza”, misma que resumiría las tres historias presentadas, pero va más allá de eso, nos presenta a los mexicanos que no se rinden y que buscarán salir adelante de cualquier situación, no importando los medios para lograrlo.