La búsqueda de lo que nos hace felices, eso que nos motiva en muchos sentidos, puede ser eterna. El descubrimiento de la vocación no se limita a los primeros veinte años de vida, es un proceso continuo que conforme nos demos la oportunidad es liberador en todos los sentidos. “La Peor Persona del Mundo”, dirigida por Joachim Trier, nos presenta a Julie (Renate Reinsve), una joven de 29 años que está explorando su potencial intelectual y amoroso a través de diferentes experiencias, parejas y cambios de carrera profesional.
Una vez instalada en su etapa como fotógrafa, conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie) un caricaturista quince años mayor, con quien se involucra en una relación amorosa, en la que ella toma de su experiencia e incluso se motiva a encontrar nuevas formas de expresarse creativamente, pero que eventualmente no le da proporciona toda la seguridad que necesita. En una fiesta conoce a Eivind (Herbert Nordrum) y se siente atraída de inmediato por el espíritu libre y relajado que representa.
Renate Reinsve está inmejorable en el papel de Julie, que nos presentaa una mujer tímida con una mezcla de coquetería que va en la búsqueda de su inspiración, y que a la vez está segura de que su presencia es provocativa en muchos sentidos para los que la rodean. El relato va más allá de la exploración sexual, va sobre la imposición de los patrones sociales, académicos y del “deber ser” dependiendo la edad que se tenga. Julie hace una exploración de su árbol genealógico y toma una decisión consciente de cambiar el esquema familiar, esto no sucederá por defecto, ni de forma solitaria, pero si bajo sus términos.
La trama se divide en prólogo, 12 episodios y epílogo, y en la mayoría de estos se explora la relación con Aksel, demostrando que a esa edad definitivamente se convirtió en su relación más importante, pero no por ello la definitiva. Anders Danielsen Lie, de apariencia mucho más juvenil que su edad en la película, tiene una evolución notable de principio a fin de la trama, ya que sin dejar de ser la misma persona encantadora y firme en sus ideales, logra comprender lo que Julie deseaba (a pesar de ser en ocasiones condescendiente y patriarcal), sin perderse en los anhelos de ella.
Por lo que hace a Eivind, también representado impecablemente por Herbert Nordrum, se convierte en una válvula de escape para Julie, que también le sirve a él para deshacerse de las ideas que tenía programadas gracias a una relación previa.
Joachim Trier integra a la ciudad de Oslo y sus alrededores de forma integral, ya sea retratando el ocaso como el fin de una cita amorosa o el final de una vida, además de integrar elementos de realismo mágico como señal de enamoramiento, sin que sea cursi, ni empalagoso, solo enfatizando en las emociones de un personaje que ha tomado un decisión de la cual sabe que se va a arrepentir, pero que sabe lo debe hacer. Otro logro del guion de Trier (en conjunto con Eskil Vogt) es el abordar de forma directa temas que se pueden pasar de lado en otras películas del tipo, que por darle prioridad a la vida de pareja dejan de lado el proceso emocional individual, en la que el personaje principal decide ser protagonista de su vida, aunque en varios momentos la veamos a través de la mirada de otros, lo cual es parte de crecer.