Los mexicanos con aspiraciones son el nuevo objetivo de las críticas del presidente.  Mujeres y hombres que se esfuerzan por superarse y mejorar su calidad de vida, le producen escozor al señor López Obrador.  Les llama egoístas e hipócritas. 

Ya no son los conservadores y neoliberales, los fifís y los medios de comunicación, los únicos culpables de todas las calamidades que padece el país, ahora incluye también a la clase media entre sus enemigos.  Ver y escuchar para creer.

Está enojado, cuando debería estar feliz-feliz.  Fuera de un par de reveses, a su movimiento le fue muy bien en las pasadas elecciones; sin embargo, el presidente “humanista” se esmera en dividir día tras día a la sociedad, exacerbando resentimientos y rencores.  ¿Qué propósito busca al acentuar los contrastes sociales y económicos?  No lo sé, pero me parece que nada bueno puede resultar de esa intención. 

No está entre sus objetivos sacar de la pobreza a millones de mexicanos, procurando la calidad educativa, la salud y la generación de empleos bien remunerados, sino comprometerlos a cambio de dádivas, atacando al que se esmera y que -por eso mismo- le va mejor.  

¿Dónde está el error o el delito en buscar mejores condiciones de vida?  México está lleno de historias “aspiracionistas”; ahí están los migrantes, por ejemplo, que salieron del país para superar sus penalidades y ahora sostienen con sus remesas buena parte de nuestra economía.  Muchos de ellos dejaron de ser pobres, para sumarse a la clase media estadounidense.  ¿También para ellos es la pedrada?

El presidente no puede convencer a la clase media mexicana y opta por despreciarla.  La clase media se organizó en la Ciudad de México, Querétaro y Nuevo León, votó por otras alternativas -las que había- y eso lo dejó muy contrariado. 

Desdeña sin recato a quienes han logrado terminar una carrera universitaria y más aún a los que extienden su preparación con maestrías y doctorados.  No recuerdo a ningún otro dirigente que se haya manifestado abiertamente en contra de la superación personal, como vía legítima para el ascenso en la pirámide social.

Echarse encima a la clase media parece una mala idea, pero peor aún es la posibilidad de que algunos de los jóvenes que lo siguen asimilen su propuesta gris y conformista, abandonen sus estudios y entierren sus ambiciones. 

No señor presidente, somos muchos los mexicanos que no coincidimos con sus ideas, no generalice, no toda la clase media es clasista, egoísta e hipócrita.  La mediocridad no es una opción.        

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