Si te gustó Wonder, Extraordinario de 2017 y te conmoviste con No se aceptan devoluciones de Eugenio Derbez en 2013, seguramente disfrutarás Ya veremos, una película mexicana que sorprende por romper la tendencia del exceso de las comedias románticas en el cine mexicano. Es una historia que cumple y tiene poco que reprocharle.
Ya veremos es la historia de Santiago o Santi, un niño que empieza a perder la vista y ante el riesgo de quedar ciego pide hacer un listado de actividades en compañía de sus padres que se están divorciando: Alejandra interpretada por Fernanda Castillo y Rodrigo interpretado por Mauricio Ochmann. Ella es una mujer que tiene la carrera trunca de diseño gráfico y él es un médico ginecólogo. En el camino, ambos se volverán a enamorar y el multimillonario novio de Alejandra tendrá que ceder.
En la película sólo hay dos sorpresas: la técnica de narrativa visual, es decir el uso de cámaras y la edición ha mejorado bastante entre 2017 y 2018, hay agilidad en las tomas y eso provoca una sensación de buen ritmo y que la película no aburre, pero solo es una sensación. La otra sorpresa es que Aislinn Derbez y su pareja Mauricio Ochmann invirtieron su dinero sin apoyo del gobierno en producir una historia en la que supuestamente un niño y su problema de ceguera sería el protagonista.
Las inconsistencias son muchas, tanto en la historia como en personajes. Podemos empezar con el personaje de Rodrigo, un médico que supuestamente trabaja en el mejor hospital de México pero conduce un auto modelo 80 para hacer notar que su situación económica. El novio de Alejandra, Enrique supuestamente es el sobrino del tercer hombre más rico de México y lo dejan tan en claro que lo repiten constantemente para que a nadie se le olvide el detalle tan irrelevante.
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Lo malo es que la película que planteó una situación interesante como Wonder en donde el niño en riesgo debió ser el protagonista, se convirtió en una película romántica con oportunos momentos de comedia con 2 patiños irrelevantes para la historia. Es decir que fueron atinados pero no eran necesarios.
Lo bueno es que al menos intentaron contar o plantear historias que no son comedias románticas, lo malo es que la inercia les impide producir otro género. Lo bueno es que ya no pidieron apoyo al gobierno para usar nuestros impuestos en producir películas carentes de guión, lo malo es que mientras paguemos por ver esos productos comerciales, difícilmente los productores y directores entenderán que deben arriesgarse a otras historias y que el presupuesto de su nómina debería estar menos cargada en actores famosos y más en guionistas que propongan agilidad en la trama y no solo en el uso de las cámaras.