Es una historia básica, con comedia de pastelazo con un ritmo lento. Tal vez como cortometraje hubiera funcionado pero me indigna que el gobierno mexicano siga patrocinando proyectos como Una Mujer Sin Filtro. El error de la película se agrava al saber que es un remake de una historia chilena del 2016 para Netflix, pues a pesar de que el proyecto lo vuelven a hacer tropicalizado a la mexicana, no lo mejoran.
Una Mujer Sin Filtro es la patética historia de Paz, interpretado por Fernanda Castillo, una adulta de 36 años que mantiene a su marido artista y a su hijo adolescente, trabaja en una agencia de mercadotecnia en la que no valoran su trabajo. Harta de los abusos decide ir al psiquiatra y termina con un abogado deportado que trabaja de chamán quien le aconseja liberarse y expresar sus sentimientos, lo que deriva en situaciones cómicas forzadas y un par de chistes auténticos. Tiene un final cursi que puede ser un plagio de La Rosa De Guadalupe.
Curiosamente la película cae en hacer lo que critica: contrató influencers para posicionar la película y en la historia ponen chistes que ya hemos visto en los especiales de Netflix de Sofía Niño de Rivera y Daniel Sosa, que ambos son comediantes, influencers y salen en la “novedosa” película.
Me indigna porque el gobierno de nueva cuenta patrocina parte de la producción y distribución de la película. Debemos de exigir cambiar los parámetros y promover que nuestros impuestos vayan a proyectos de mayor calidad, que aunque sea una comedia o terror que revelen una propuesta interesante con guiones originales y una narrativa audiovisual menos torpe.
O les pregunto ¿A caso Coco y La Forma Del Agua no nos demuestran que los mexicanos podemos hacer buenas películas dignas de presumirse y ganar premios?. Insisto que nuestras historias las están aprovechando en otros países, otras industrias en lo que nosotros en México nos centramos en producir comedias románticas con guiones adaptados o remakes mal hechos.
No estoy en contra de que los productores, actores y comediantes hagan un negocio con contenido basura o básico, siempre y cuando sea su dinero y no lo hagan con becas o estículos sacrificando nuestros impuestos. Eso dista de apoyar la cultura o la industria cinematográfica.
Comparativamente entre la mexicana Una Mujer Sin Filtro y la chilena Sin Filtro, la diferencia es mínima pues la esencia es la misma, las escenas son muy parecidas, el vestuario y las situaciones. Técnicamente sería un plagio con la gran diferencia que la edición y la actuación de la edición chilena es mucho mejor. Si quieres, no necesitas pagar el cine, con usar la suscripción de Netflix basta para poder «disfrutarla».
Es altamente probable que la actriz chilena Ignacia Allamand tenga alguna relación con los remakes de películas chilenas en México, pues repite en ambas versiones interpretando a diferentes papeles.