En un oscuro capítulo de la historia política mexicana, el año 1994 quedó marcado por una serie de asesinatos que conmocionaron al país. Los candidatos políticos se convirtieron en objetivos de violencia, y sus vidas fueron truncadas en circunstancias trágicas.
Uno de los eventos más impactantes fue el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de México. El 23 de marzo de 1994, durante un mitin de campaña en Tijuana, Baja California, Colosio recibió un disparo en la cabeza a quemarropa. El ataque fue perpetrado por Mario Aburto Martínez, quien se encontraba a pocos centímetros de distancia. La noticia conmocionó al país y dejó una marca indeleble en la memoria colectiva.
Pero Colosio no fue el único candidato asesinado en ese año. También debemos recordar a José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. En septiembre de 1994, Ruiz Massieu fue víctima de un atentado que cobró su vida. Estos actos de violencia política dejaron una profunda huella en la sociedad mexicana y cuestionaron la seguridad de los aspirantes a cargos públicos.
La violencia en contra de los candidatos políticos durante las elecciones de 1994 fue un recordatorio sombrío de los desafíos que enfrenta la democracia en México. A pesar de estos trágicos sucesos, la participación ciudadana y el compromiso con el proceso electoral son fundamentales para construir un país más seguro y justo.
En un sombrío giro de los acontecimientos, el proceso electoral en México durante el año 2023-2024 se ha convertido en el más violento en la historia moderna del país. Las cifras son alarmantes: 27 candidatos asesinados desde junio pasado hasta el 2 de abril, superando los 24 asesinatos registrados en el proceso electoral de 2018. Esta tendencia preocupante confirma que la violencia asociada a las elecciones ha ido en aumento.
La organización Laboratorio Electoral ha documentado 157 agresiones a aspirantes y personas relacionadas con el actual proceso electoral. Entre estas agresiones, 51 fueron asesinatos, de los cuales 27 eran aspirantes a algún cargo de elección popular. Además, se han reportado 9 secuestros, 22 atentados y 75 amenazas. El reciente asesinato de Gisela Gaytán, candidata de Morena a la alcaldía de Celaya, en el estado de Guanajuato, ha dejado en evidencia la gravedad de la situación.
En contraste, el proceso electoral de 2018 también fue marcado por la violencia, con 24 candidatos asesinados. Sin embargo, el actual proceso electoral ha superado esta cifra, y la violencia sigue en aumento. La firma Integralia reporta 300 incidentes de violencia política asociados a 399 víctimas durante el proceso electoral actual. El panorama es sombrío, y la seguridad de los candidatos está en riesgo.
La violencia no debe ser un obstáculo para la participación ciudadana. A pesar de estos desafíos, es crucial que los mexicanos ejerzan su derecho al voto y se involucren en el proceso democrático. Las autoridades deben tomar medidas efectivas para proteger a los candidatos y garantizar elecciones libres y justas.
En resumen, mientras las elecciones de 1994 parecen lejanas en el tiempo, la violencia en contra de políticos y candidatos sigue siendo una triste realidad en México. Es imperativo que la sociedad y las instituciones trabajen juntas para erradicar este flagelo y construir un futuro más seguro y democrático para todos.