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“Mostro”, dirigida por José Pablo Escamilla y realizada por el Colectivo Colmena, nos lleva por dos caminos, ambos escabrosos. El primero nos ubica en una fábrica empacadora, donde solo se puede transitar por estrechos pasillos creados de forma orgánica por múltiples cajas apiladas. Ahí conocemos a Lucas (Salvador de la Garza), que se esconde para escuchar los mensajes de Alex (Alexandra Cueto) con quien se reunirá al concluir su turno.

Camino a su usual punto de reunión, en un terreno baldío, continúan la conversación, explorando muchos temas, todos guiados por ella, mientras él solo escucha y participa. Ella anhela algo fuera de ese contexto en el que viven y Lucas no entiende muy bien por qué. Ella lo invita a ir más allá, a no solo creer lo que sus ojos ven, a explorar. Se drogan y ahí es donde vemos el segundo camino de este relato: alucinaciones a todo color, que se repiten constantemente para continuar en una espiral de adversidad. Vuelven súbitamente a su realidad con la detención de Alex. Lucas, contrariado, busca respuestas.

En la siguiente parte del relato es eficaz al transmitir la sensación de desasosiego. Vemos a Lucas buscar a la única persona con la que se puede comunicar y nadie lo puede ayudar, ni la fuerza pública que se supone debía cuidarlo, ni las figuras de autoridad que lo rodean y que solo lo van señalando por no saber qué pasó y haber invertido el tiempo averiguarlo, distrayéndose de sus obligaciones diarias.

“Mostro” presenta una desaparición forzada y cumple con darnos los elementos que siempre quedan en el presente de los que son víctimas secundarias: la angustia constante, la impotencia y la falta de palabras para poder describirlo, lo anterior dentro de un universo gris, con actividades que se deben repetir mecánicamente, y que cuando se busca escapar de esta realidad, la pesadilla continúa.

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