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Entretenida
2.5Nota Final
Historia
Guion
Actuación
Ritmo
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Llegó a su fin, supuestamente, la trilogía de acción de El Justiciero, protagonizada por el actor Denzel Washington. La tercera y última parte es tan absurda y predecible que los guionistas decidieron inyectar suspenso, terror y brutalidad a las escenas de acción que hacen que sea entretenida y emocionante la última entrega de El Justiciero, capítulo final.

El agente del gobierno estadounidense Robert McCall ahora se encuentra en Nápoles, Italia en donde busca vivir en el retiro, pero su destino lo persigue y se involucrará en la guerra del narcotráfico. McCall descubrirá los nexos de la mafia que se ha infiltrado en la policía y la política de uno de los puertos italianos más importantes del mediterráneo. Usará todas sus habilidades para recuperar la paz en el puerto, por lo que deberá resolver una investigación sobre la venta de narcóticos que financian a agrupaciones que buscan difundir el terror.

Por lo que vemos, Denzel corre el gran riesgo de vararse en el personaje justiciero y ser una versión más violenta y grotesca de Liam Neeson. La película realmente es absurda, todos los personajes están caricaturizados: los malos son muy malos y los buenos, son muy buenos. Las motivaciones de nuestros personajes son tan básicas para darle el mayor peso a la acción, a la violencia y a los momentos de suspenso que causan sorpresa y emoción en la pantalla.

El trabajo de los guionistas Richard Wenk, Michael Sloan y de Richard Lindheim se concentró en entregar violencia en la historia. Algunas escenas son muy explícitas, otras sorpresivas y hasta sangrientas. Por momentos se siente que la película coquetea con el suspenso y el terror. Es tan mala, que es entretenida esta tercera entrega en la que repite el director Antoine Fuqua.

Las postales que regala Nápoles son envidiables. La película incluso puede funcionar como un anuncio publicitario de una región italiana en la que se busca la paz y la tranquilidad de sus habitantes. Los riscos, la iglesia, las calles empedradas, el color, la comida, las escaleras y sus restaurantes son el marco de la historia que invita a ser visitado pese a carecer de encuadres que proponga un ángulo artístico, por parte del director de fotografía Robert Richardson.

Las coreografías son de chiste, el protagonista nunca se siente en un peligro que lo ponga en riesgo y toda la investigación fluye fácil y lógica. El guion es simple, básico en donde la acción y la violencia son los verdaderos protagonistas.

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