Las panorámicas, colores, texturas, la forma del agua, lo inmersivo de las escenas y vibrante de la fotografía es lo que destaca de Avatar: la forma del agua, la secuela de la aventura de los nativos del planeta Pandora que salen de la mente de James Cameron a trece años de distancia de la primera entrega de 2009. Lo que puede resultar cansado son las tres horas que dura la proyección de la nueva aventura que tiene un guion tan familiar que nos evoca a Parque Jurásico de 1993.
Avatar: La forma del agua, es la historia de la familia de Jake y Neytiri, interpretados por Sam Worthington y Zoé Saldaña, que deben enfrentar de nueva cuenta a al marino: Quadritch, interpretado por Stephen Lang, que gracias a la tecnología regresó a la vida en el cuerpo de un avatar y retoma su misión de invadir Pandora para a la humanidad ya que el planeta tierra se encuentra a bordo del colapso. Jake y Neytiri buscarán el asilo y la ayuda de otra comunidad en pandora que convive con el ecosistema acuático en donde se dará la nueva pelea por Pandora.
Jame Cameron sabe contar historias y técnicamente logra una narrativa inmersiva. La fotografía y las secuencias nos llevan al centro de cada escena, tanto de amor como de guerra. Los nuevos escenarios de Pandora son coloridos, ricos y proponen flora y fauna que sostiene la exploración de un mundo fascinante.
Parte de la aventura se fundamenta en la relación de padres e hijos. Ahora Jake y Neytiri tienen cuatro hijos y hasta Quadritch tiene a Scoresby interpretado por Brendan Cowell. Cada padre descubrirá a aceptar a sus hijos y no proyectar sus ideales ni frustraciones.
La tecnología destaca y contrasta con la primera entrega desde la piel. El color y la textura de los personajes junto con su gesticulación son aspectos que cobran un realismo que logra otra frontera entre la animación y el live action que combina con el resto de los elementos animados que dan como resultado el ecosistema maravilloso de Pandora.
Lo que podría resultar cansado son las tres horas que demora la película. El guion de James Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver es redundante. Un ejemplo es la torpeza del personaje de Tuk, interpretada por Trinity J-Li Bliss, que estresa, desespera y su comportamiento obstaculiza los climax de la trama. Cada que Tuk aparezca en pantalla puede ser el momento para levantarse de la butaca e ir a la dulcería u otro pendiente, Tuk solo es un obstáculo que toma más de una hora de la película.
Para James Cameron, un recurso reiterado para alargar tramas es la torpeza de los niños. Recordemos Parque Jurásico del 93, específicamente la escena en la que los niños quedan atrapados con dos dinosaurios, una secuencia innovadora e inteligente. En Tuk, ese recurso llega gastado de la manera más torpe.
En el caso de las edades de los nuevos personajes y su relación con sus padres es donde hay huecos en la trama. Al inicio de la película se habla sobre una distancia de 30 años de historia en el descubrimiento de Pandora, pero se puede asumir que Quadritch lleva 25 años de muerto en el combate de la primera entrega y por ende, su hijo y los de Jack pueden tener esa edad.
Como experiencia inmersiva en aventuras y combates, la película es recomendable verla en tercera dimensión. Lo extenso de la historia es lo que juega en contra y puede provocar el efecto contrario a lo que busca Cameron, de que la audiencia salga y ya no quiera ver más porque ya tuvo tres horas en una historia escrita con subtramas sobradas y torpezas reiteradas.