La talla y experiencia del primer actor mexicano: Alejandro Camacho sostiene el segundo largometraje del director de cine, el tjuanense: Gilberto González Penilla que presenta una tragicomedia filmada en Baja California. Es un roadtrip rumbo al redescubrimiento de la pareja y de sí mismo, con un guion endeble ayudado por la calidad de actores del elenco.
Amores incompletos es la historia de José, interpretado por Alejandro Camacho, un hombre que queda viudo el día de su cumpleaños 65 y durante sus primeros días de duelo descubre que su esposa Elena, interpretada por Patricia Bernal, confesó en su diario que fue infiel al matrimonio en tres ocasiones. José, aconsejado de un amigo, decide emprender el viaje al sur por la península y platicar con los amantes de su esposa y así comprender lo que había pasado con su relación.
A destacar las actuaciones, en verdad que Alejandro Camacho, Patricia Bernal, Héctor Jiménez y Silverio Palacios nos entregan personajes con ganas y entrega. Se nota que se enamoraron de la premisa y que quieren que la historia funcione. A Alejandro le crees el duelo, a Patricia se le nota el amor de madre, a Héctor se le aprecia su ritmo y tono humorístico y Silverio siempre equilibra la comedia con el drama.
La fotografía por Baja California y Baja California Sur es buena, las panorámicas se agradecen, los escenarios nos revelan que hay otras partes de México donde se pueden contar historias cotidianas. El ritmo de edición es ágil y la película corre sin problemas ni cansancio.
En donde falla Amores Incompletos es en la ecuación que aquí siempre se ha señalado: el director no debe ser el único guionista. Destacamos que los actores se esfuerzan y se nota su talento porque logran cubrir parcialmente la carencia de construcción de personajes y de guion en una historia que proviene de una premisa interesante.
Cualquiera pensaría que la historia de un viudo que descubre infidelidades, nos hablaría de duelo y serias confrontaciones y el director decidió reunir sketches cómicos para armar un guion plagado de chistes fáciles, físicos y pastelazos. En la sinopsis oficial se describe a José como un hombre malhumorado, lo que nos refleja que el personaje no se construyó como un hombre deprimido por el duelo o por la monotonía, o incluso con algún trastorno disocial que le impide recibir abrazos.
El ritmo torpe de las actuaciones de la familia de José y de los actores jóvenes rompen con la dinámica y el ritmo de la edición. Es parte del reflejo que la necesidad que haya un director que dirija y un grupo de escritores, entre los que debe haber un psicólogo, que escriban y permitan la construcción de personajes, que tengan cohesión y que la trama se desarrolle. Aquí, todo eso falló.
Técnicamente es una película bien fotografiada, una trama que no exige atención, es buen productor de compañía que podremos ver pronto en Netflix.